El Banco Central Europeo reafirmó que la puesta en marcha del euro digital será a mediano plazo, con un horizonte que apunta a mediados de 2029. Piero Cipollone, miembro del Comité Ejecutivo, subrayó que el objetivo es ofrecer un instrumento de pago confiable que complemente el efectivo y refuerce la soberanía monetaria de la eurozona.
El funcionario explicó que el proyecto avanza en fases estructuradas. Actualmente se encuentra en una etapa de diseño y pruebas técnicas, mientras se recopila retroalimentación de bancos, comercios y usuarios. En consecuencia, la institución busca garantizar un balance entre innovación y seguridad para quienes utilicen la futura moneda digital.
Euro digital como pieza clave en la soberanía financiera
El BCE remarcó que el euro digital no sustituirá al dinero físico, sino que funcionará como complemento, disponible tanto en línea como fuera de conexión. Este planteamiento responde a la necesidad de mantener la resiliencia en pagos cotidianos, aun en escenarios de crisis tecnológica o de conectividad. De igual manera, se destacó que el proyecto busca reducir la dependencia de proveedores externos no europeos en infraestructura de pagos.
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Las discusiones sobre privacidad siguen ocupando un lugar central. Cipollone señaló que se trabaja en garantizar altos estándares de protección de datos, con un diseño que evite rastreo indebido sin comprometer el cumplimiento regulatorio. También se están evaluando límites de uso para equilibrar la prevención de delitos financieros con la experiencia de usuario.
Camino regulatorio y expectativas del mercado
El calendario hacia 2029 se considera realista, ya que involucra pruebas a gran escala y la aprobación de un marco legal definitivo por parte de la Unión Europea. Este proceso se percibe como necesario para consolidar confianza en comercios, consumidores y bancos, evitando fricciones al momento de la implementación masiva.
El BCE destacó que la interoperabilidad con otros sistemas financieros internacionales es un factor en evaluación. Esto permitirá que el euro digital pueda integrarse con infraestructuras globales sin perder control europeo sobre la política monetaria.
En la última revisión pública, el banco señaló que más del 60% de los pagos en la eurozona ya son digitales, lo que refleja un cambio de hábitos acelerado y sustenta la necesidad de este nuevo instrumento.









