Los activos digitales se han consolidado como un componente central de la economía global. En Estados Unidos y Europa, cada vez más empresas y usuarios los utilizan para almacenar valor, transferir capital o acceder a servicios financieros alternativos.
Esta tendencia no se limita a criptomonedas como Bitcoin o Ethereum, sino que incluye tokens no fungibles, stablecoins y hasta representaciones tokenizadas de bienes físicos.
La clave está en que estos activos no dependen de estructuras bancarias tradicionales, lo que permite a comunidades enteras integrarse a la economía digital sin las limitaciones de la intermediación. En consecuencia, su adopción responde tanto a la búsqueda de eficiencia como a la necesidad de inclusión financiera en distintos mercados.
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Tipos y relevancia de los activos digitales
Los activos digitales se dividen principalmente en fungibles, que incluyen criptomonedas y tokens de utilidad, y no fungibles, representados en los NFT. Cada categoría cumple funciones distintas, desde servir como medio de intercambio hasta representar propiedad exclusiva de bienes digitales o físicos.
Por otro lado, los activos tokenizados de la vida real, como acciones o bienes raíces, generan nuevas oportunidades de inversión al democratizar el acceso a mercados antes restringidos.
El crecimiento del sector impulsa a gobiernos y reguladores a diseñar marcos normativos que ofrezcan seguridad jurídica y reduzcan riesgos. Esta interacción entre innovación y regulación marca el ritmo de un ecosistema en constante transformación.
El mercado global de activos digitales superó los 2.8 billones de dólares en capitalización durante agosto de 2025, lo que demuestra la magnitud del interés y la confianza que despiertan.
