El interés por obtener ingresos pasivos en el ecosistema cripto no se detiene y en países como México, Argentina y Brasil, miles de usuarios evalúan constantemente cuál opción resulta más atractiva para poner a trabajar sus activos digitales. Entre las alternativas más comentadas destacan el cloud mining y el crypto staking, dos mecanismos que, aunque comparten la promesa de generar retornos sin interacción constante, funcionan de manera muy distinta.
En el caso del cloud mining, el usuario arrienda poder de cómputo a un tercero que opera granjas de minería, normalmente ubicadas en regiones con electricidad barata. El contrato incluye un pago inicial y comisiones periódicas, y la rentabilidad depende de la volatilidad del precio de Bitcoin y de las tarifas energéticas. Por eso, en momentos de alta competencia, las ganancias tienden a reducirse, lo que obliga a los inversionistas a calcular bien sus riesgos.
El crypto staking, en cambio, no requiere infraestructura física. El usuario bloquea sus tokens en una red de prueba de participación (PoS) para respaldar validaciones y, a cambio, recibe recompensas en la misma moneda. Ethereum, Solana y Cardano encabezan esta tendencia en América Latina. De igual manera, los rendimientos dependen de variables como el porcentaje de tokens en staking y las comisiones que cobra cada validador.
Si este artículo te está gustando, podrías leer: Froggie debuta en Binance Alpha con recompensas en airdrop.
Un análisis publicado en agosto de 2025 por firmas de datos como Staking Rewards muestra que el staking de Solana ofreció tasas anuales superiores al 7 por ciento, mientras que el cloud mining de Bitcoin dejó márgenes ajustados de entre 2 y 4 por ciento en promedio. En consecuencia, para pequeños y medianos inversionistas, el staking se perfila como la opción con mejor relación riesgo-beneficio en el corto plazo.
Por otro lado, plataformas globales han comenzado a combinar ambos modelos, ofreciendo contratos híbridos que permiten diversificar. La tendencia apunta a que los usuarios prefieren servicios transparentes y con costos claros, frente a esquemas de minería remota que en ocasiones han sido cuestionados por su opacidad.
Datos de Cambridge Centre for Alternative Finance señalaron que más del 35 por ciento del poder de hash global se concentra en Estados Unidos, mientras que América Latina continúa expandiendo su participación en staking gracias a exchanges locales y regulaciones más claras.









